Los que querían
ponerse por su cuenta estaban bien compenetrados y llevaban siempre la voz
cantante. Eran 2 hermanos y un cuñado. Los
otros dos, simplemente querían que les dejasen hacer su trabajo en paz. La
cooperativa les concedía cosas (tenían su horario especial, su vestuario
separado...) pero todo aquello no era suficiente para que los carpinteros
cambiasen de opinión.
A mediodía, cuando toda la empresa iba al comedor, la cosa se ponía bastante tensa. “Ahí van los
carpinteros, ¿de que os quejais hoy?” “Venga
ya chupópteros, si no fuera por nosotros os moriríais de hambre!”. Los que chinchaban de un lado y del otro eran siempre los menos y los mismos, pero al final terminaban saltando chispas entre todos.
Se acercaba el
momento de hacer el presupuesto del siguiente año. Los pedidos estaban
aflojando mucho, por lo que la reunión para fijar los sueldos y las inversiones del
próximo año se presentaba complicada. El crédito de la nave nueva se había comido
los pocos beneficios que hicieron y más aún. No había nada que repartir sino
todo lo contrario: tocaba bajarse el sueldo.
Los
carpinteros-familia habían preparado muy bien esta reunión. “O nos dan el
departamento de finanzas o nos vamos de la cooperativa... aunque tarde o
temprano terminaremos yéndonos de todos modos”. Contínuamente intentaban
convencer a los carpinteros tranquilos, que eran muy buenos en su oficio. “No
pasará nada. Si nos dan finanzas iremos viendo cómo va todo para cuando
montemos nuestra empresa. Y si no nos las dan, pues la montamos ya y punto”.
Los carpinteros-familia sabían que un taller tenía que tener una
cantidad mínima de empleados para que los clientes y proveedores les tomasen en
serio. Ellos tres solos no bastaban.
Pero la cosa no
estaba nada clara. Los clientes y los proveedores trataban con la cooperativa
en su conjunto. El que quisiera irse debería asumir la parte de deuda que la
cooperativa tenía. Con el trabajo bajo mínimos, crear una empresa nueva sería
muy complicado. Y empezar no desde cero, sino con deudas iba a ser difícil. “No
os preocupéis. Como los que quedan aquí no saben hacer muebles, cuando nos
pongamos por nuestra cuenta les seguiremos vendiendo a éstos de Muebles
Ibéricos. Al principio estarán calentitos y no querrán, pero ya se les pasará.”
El día de la
reunión anual el tema se lió. Los 3 carpinteros-familia se fueron pegando un
portazo. Acabaron en juicios porque no se ponían de acuerdo sobre cuánto debían
pagar para irse. Los clientes empezaron a notar los problemas. Pero los
carpinteros tranquilos siguieron trabajando con menos sueldo, una fresadora
nueva y con 2 aprendices que les enviaron de otros departamentos. A los carpinteros-familia nadie les servía si
no pagaban por adelantado.
¿A quien crees
que le fué mejor?
No hay comentarios:
Publicar un comentario