domingo, 11 de noviembre de 2012

La Cooperativa


En la Cooperativa “Muebles Ibéricos” no había buen rollo. De los 20 cooperativistas, 5 trabajaban en el taller fabricando los muebles. Las otras 15 personas trabajaban  en las oficinas, almacén, ventas, diseño... Los 5 carpinteros del taller se consideraban el “alma mater” de la cooperativa, pero estaban divididos en dos grupos: los que querían mejorar sus condiciones y los que querían montar una empresa por su cuenta.

Los que querían ponerse por su cuenta estaban bien compenetrados y llevaban siempre la voz cantante. Eran 2 hermanos y un cuñado.  Los otros dos, simplemente querían que les dejasen hacer su trabajo en paz. La cooperativa les concedía cosas (tenían su horario especial, su vestuario separado...) pero todo aquello no era suficiente para que los carpinteros cambiasen de opinión.

A mediodía, cuando toda la empresa iba al comedor, la cosa se ponía bastante tensa. “Ahí van los carpinteros, ¿de que os quejais hoy?”  “Venga ya chupópteros, si no fuera por nosotros os moriríais de hambre!”. Los que chinchaban de un lado y del otro eran siempre los menos y los mismos, pero al final terminaban saltando chispas entre todos.

Se acercaba el momento de hacer el presupuesto del siguiente año. Los pedidos estaban aflojando mucho, por lo que la reunión para fijar los sueldos y las inversiones del próximo año se presentaba complicada. El crédito de la nave nueva se había comido los pocos beneficios que hicieron y más aún. No había nada que repartir sino todo lo contrario: tocaba bajarse el sueldo.

Los carpinteros-familia habían preparado muy bien esta reunión. “O nos dan el departamento de finanzas o nos vamos de la cooperativa... aunque tarde o temprano terminaremos yéndonos de todos modos”. Contínuamente intentaban convencer a los carpinteros tranquilos, que eran muy buenos en su oficio. “No pasará nada. Si nos dan finanzas iremos viendo cómo va todo para cuando montemos nuestra empresa. Y si no nos las dan, pues la montamos ya  y punto”.  Los carpinteros-familia sabían que un taller tenía que tener una cantidad mínima de empleados para que los clientes y proveedores les tomasen en serio. Ellos tres solos no bastaban.

Pero la cosa no estaba nada clara. Los clientes y los proveedores trataban con la cooperativa en su conjunto. El que quisiera irse debería asumir la parte de deuda que la cooperativa tenía. Con el trabajo bajo mínimos, crear una empresa nueva sería muy complicado. Y empezar no desde cero, sino con deudas iba a ser difícil. “No os preocupéis. Como los que quedan aquí no saben hacer muebles, cuando nos pongamos por nuestra cuenta les seguiremos vendiendo a éstos de Muebles Ibéricos. Al principio estarán calentitos y no querrán, pero ya se les pasará.”

El día de la reunión anual el tema se lió. Los 3 carpinteros-familia se fueron pegando un portazo. Acabaron en juicios porque no se ponían de acuerdo sobre cuánto debían pagar para irse. Los clientes empezaron a notar los problemas. Pero los carpinteros tranquilos siguieron trabajando con menos sueldo, una fresadora nueva y con 2 aprendices que les enviaron de otros departamentos.  A los carpinteros-familia nadie les servía si no pagaban por adelantado.

¿A quien crees que le fué mejor?

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